El
pasado 2 de septiembre de 2015 una noticia recorrió el mundo a una velocidad
tremenda, en pocas horas se convirtió en trending topic,
generó opiniones tan variadas y diferentes como se esperaba, lo único que no
provoco fueron memes graciosos dado que lo que vi ese día no es ningún chiste.
No
supe de la noticia sino hasta el día siguiente por la noche que en Facebook se repetían
en diferentes perfiles de mis amigos la imagen de un niño acostado en la arena
vestido con playera roja y pantalón azul, pensé lo mismo que pensamos todos al
ver la imagen por primera ves ya sean las fotografías o las expresiones
artísticas que surgieron de esto, me dije “esta dormido”, la realidad golpeó
lentamente desde el estomago pasando por el corazón, apartando la racionalidad
para filtrarse por mis ojos. El niño en la fotografía estaba muerto.
Leo
las notas periodísticas del evento, escudriño en los nombres y en los
acontecimientos, palabras como “Siria”, “Turquía”, “extremismo islámico”,
“crisis de inmigrantes en Europa” se
repiten frecuentemente, la imagen toma cada vez más fuerza con el contexto que
adquiero (generalizado, pues no pretendo hacerme pasar por un experto en
conflictos del medio oriente). Fotografías del pequeño Aylan y su hermano mayor
Galip aún con vida, son tan parecidos a mi sobrino de 1 año.
Quizá
este pensamiento fue el que tocó una fibra muy sensible sobre el caso. Una nota
de la bbc dice que “la reacción pública del primer ministro de Reino Unido,
David Cameron, a través de su cuenta en Twitter, fue hablando como padre. Nicole
Itano, de la organización Salven a los niños, tiene una pequeña de un año”, y
su comentario es desgarrador. El dolor toma forma al mirar en los niños
cercanos los rostros de Aylan y Galip Kurdi.
Ese
día también falleció su madre Rehan, quien se ahogo cuando la embarcación en la
que trataban de huir se hundió. Solo sobrevivió su padre Abdulá Kurdi quien
decidió cometer el gravísimo pecado de no tolerar la imposición de una
creencia, huir de la guerra y dejar su hogar atrás con tal de procurar una
mejor y feliz vida a sus 2 pequeños. Todo salió muy mal ese día.
Abdulá
llora frente a la cámara fotográfica al recordar que perdió a su familia, que
todos tenían chalecos salvavidas y decir entre sollozos “mis hijos se me
resbalaron de las manos”.
Es
curioso el fenómeno que provocó esta fotografía tomada por la turca Nilufer
Demir. No vemos un niño mutilado como en la mayoría de las fotografías de
guerra, no es una producción gráfica ni grotesca, mas bien se presenta como una
foto tranquila, serena que deja a la mente complete los pedazos. De nuevo
comparto el pensamiento de la mayoría “¿Qué está pasando en Siria?”
No
olvidemos que esta es una de muchas historias, ese día no solo murió Rehan,
Galip y Aylan Kurdi, junto con ellos perdieron la vida 9 refugiados más (aunque
los periódicos no mencionan si había más niños).
Alguien
me preguntaba “¿Cómo podemos ayudar, qué podemos hacer?”, la verdad es que no
lo sé, quizá el primer paso sea hacernos conscientes de la realidad para
entender lo que sucede en nuestra sociedad y nuestro mundo, el siguiente paso no
lo conozco, por eso dejo esta pregunta para ustedes. Después de saber la
terrible historia de Aylan ¿Qué podemos hacer?