Es fácil sentirnos superiores como
especie humana, incluso en la actualidad nos autodenominamos “la especie
dominante” aunque, desde mi punto de vista, esto carece de fundamento. La idea
de que somos especiales se arraiga tanto que se han necesitado millones de años
para disminuirla un poco.
"Autorretrato" de Antonio Ruiz el Corcito |
¿Pero de dónde viene este pensamiento? Si reflexionamos brevemente sobre la historia de la humanidad nos daremos cuenta que tenemos mucha, pero mucha suerte de estar aquí. Primero que nada nuestro planeta se formó a una distancia adecuada respecto al sol, conocida como “zona de habitabilidad”, este es el lugar alrededor de nuestra estrella en el que la luz y la radiación son adecuadas para propiciar la presencia de agua. Después de miles de años y del florecimiento de la vida en el mar, nuestro ancestro primitivo soportó la primera gran extinción provocada por una disminución del oxigeno en el agua, mientras gran parte de la vida se ahogaba nuestro pequeño organismo evolucionaría millones de años después en un mamífero pequeño, oculto bajo tierra se enfrentaría a un nuevo cataclismo. La gran mortandad puede explicarse de forma muy sencilla; una súper explosión volcánica cambió la calidad del aire y se chingó a casi todo lo que respiraba, pocas especies sobrevivieron, una de ellas ese mamífero que comienza a sentir que tiene una misión en la vida y pronto caminará en dos patas. Pero antes de eso tuvo que esconderse de los dinosaurios, colosales reptiles que dominaron la tierra y que perecieron en la extinción más famosa de todas, ese asteroide dejó a la tierra sin el 75% de su biodiversidad. Entre los pocos sobrevivientes se cuenta nuestro ancestro que comienza a sentirse indestructible. Spoiler: Ese mamífero superará a las demás especies y evolucionará en nosotros.
En los albores de la humanidad, cuando apenas nos pusimos de pie, teníamos todo en nuestra contra. Perdimos el
pelaje dejando la piel expuesta, sin armas naturales para defendernos estábamos
a merced de depredadores implacables, nuestro número era tan reducido que
podríamos considerarnos una especie en peligro de extinción, sin embargo logramos
prosperar en un mundo adverso.
Frágiles en la historia del
universo, cualquier cambio pudo destruirnos. Un planeta muy cerca o muy lejos
del sol, la muerte de un organismo, un asteroide más grande, un cerebro más
pequeño, una mutación distinta en el ADN o un depredador más ventajoso y tal
vez muestra historia como especie habría sido tan breve que nadie la contaría.
¿Somos especiales? Puede que si, especialmente afortunados.
Pero estamos aquí y de alguna
manera todo lo anterior derivó (o degeneró) en 3 ideas globales en las que me
quiero centrar: 1- Somos una especie elegida por dios, 2- Él nos creo a imagen
y semejanza suya para dominar a las demás especies (que creó para nosotros) y
3- Somos moralmente superiores a las demás criaturas vivas. Por miles de años
estas creencias alimentaron nuestra egolatría, eran fáciles de creer y
explicaban muchas cosas, pero la verdad estaba por surgir echando por
tierra esa idea de “todos me la pelan”que formó nuestro humano primitivo.
Hubo una era donde la tierra se
consideraba plana y el centro del sistema solar, era fácil perder la
perspectiva cuando tenemos la experiencia de que el sol sale por el horizonte,
además dios había creado la tierra y el mundo para nosotros, así que tenía
sentido que todo girara alrededor suyo. Cuando Nicolás Copérnico afirmó que era
la tierra la que se movía alrededor del sol dio el primer golpe y la tolerante
autoridad respondió de la mejor manera que pudo, torturándolo y haciendo que se
retractara de sus ideas, pero la verdad siempre encuentra su camino. Nunca fuimos
el centro y tiempo después se confirmaría que nuestro planeta era solo un grano
de polvo a la deriva de un cosmos inmenso. Por lo tanto somos pequeños.
"Un punto azul pálido", Fotografía tomada por la Voyager 1 al salir del sistema solar, se alcanza a ver la tenue luz del planeta tierra. |
Pero al menos seguíamos siendo
especiales dentro de nuestro mundo lleno de bestias salvajes que dominábamos
con maestría e ingenio, hasta que llegó ese aguafiestas de Charles Darwin y lo
arruinó todo. Gracias a su teoría de la evolución por selección natural sabemos
que los organismos modifican su biología y comportamiento para responder a ciertas
necesidades ambientales, la ley del más fuerte prevalece, además los seres
humanos somos parte de ese proceso ya que nuestros ancestros debieron ser muy
similares a los monos. Por alguna razón, en esos ayeres, los científicos se sintieron
fuertemente ofendidos al ser comparado con primates, además contradecía una
idea religiosa muy arraigada sobre el origen de la humanidad. Tiempo después se
encontraron los primeros fósiles que confirmaban esta teoría. No somos
diferente a los animales, nuestro ADN está emparentado y básicamente todo lo
vivo sobre esta tierra tiene un ancestro en común. ¡En tu cara creacionismo! Por
lo tanto somos animales (Y por alguna razón esto sigue lastimando a muchos).
Sin embargo podemos sentirnos
superiores a los demás organismos pues nuestra inteligencia nos ha dotado de
tecnología avanzada, dominamos nuestros pensamientos e instintos para formar
sociedades más o menos funcionales, nuestra consciencia nos distingue de todo
lo demás, pero mientras más se trata de sostener la teoría del autocontrol más se
hace evidente que no lo tenemos. Sigmund Freud no fue el primero en hablar
del inconsciente pero si el que lo definió como una instancia mental infantil,
ilógica y atemporal la cual rige mucho de nuestro comportamiento, ideas y malestares.
Oculto tras un velo se encuentran motores psíquicos que hasta la fecha no se
logran comprender en su totalidad. Por lo tanto somos imprudentes y no nos
damos cuenta de lo que ocurre.
De favoritos y especiales no
tenemos nada pero aun así somos una especie que ha sobrevivido a muchas
calamidades. En realidad estos tres descubrimientos han sacudido a la humanidad
hasta el tuétano porque muestran que sí estamos hoy aquí ha sido por un poco de
suerte y un poco de nuestra fortaleza y carácter de superar las adversidades.
Nadie nos regaló la vida, nosotros nos la hemos ganado desde nuestro primigenio
organismo unicelular hasta la pendeja humanidad que somos ahora.
Nos queda aun mucha egolatría que
superar, en los últimos años logramos formarnos una idea del cosmos y
teorizamos que no podemos ser el único planeta con vida, allá afuera deben
estar ellos y tenemos que encontrarlos. Muchas son las misiones de búsqueda,
diversas son las ideas y opiniones, variadas las teorías que sustentan esta
hipótesis pero es un hecho que tarde o temprano encontraremos algo, o quién
sabe, tal vez nuestro destino sea otro. Al final de todo puede que en nuestra
búsqueda sean ellos quienes nos encuentren a nosotros. Sería duro que el cuarto
golpe al ego de la humanidad no lo dé un humano.
El día en que los científicos estén
distraídos mirando bichos marcianos a través de un microscopio y una raza extraterrestre
llegue diciendo “los encontramos” será el día que recibamos el siguiente golpe
al ego de la humanidad. Por lo tanto seríamos los encontrados.
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