Este mes ha terminado y a su paso dejó muchos
acontecimientos que sin duda cambiarán las cosas en México. Vertiginoso,
caótico, dramático pero sobre todo surrealista, este último apelativo no es
gratuito pues el septiembre de este año es un ejemplo claro del por qué.
A continuación presento una breve crónica del mes de
septiembre del año 2017 en México tal cual como yo lo viví, aquí aparecerán
acontecimientos importantes que me dieron en que pensar, no pretendo de ninguna manera hacer un recuento
periodístico de eventos o situaciones aunque para refrescar la memoria revisé varias notas informativas
por internet, tampoco listaré punto a punto lo ocurrido, así que si dejé
algo fuera no es por carecer de importancia, sino porque no me marco ni tuvo
relación con mi mundo. Teniendo estas consideraciones vamos a empezar.
En esta ocasión el surrealismo de septiembre inició en
agosto pues en este mes un evento astronómico marcó el inicio de lo que
contaré, el 21 de agosto en la capital se vivió un eclipse solar parcial que
pudo verse en algunas partes de México y Estados Unidos, apenas pude verlo con
un improvisado mecanismo que encontré en internet ese mismo día y seguí la
trayectoria lunar. Mucho se dijo de este evento sobre sus propiedades cósmicas,
su augurio para la humanidad y sus efectos perjudiciales para las embarazadas,
pero dejando el misticismo a un lado, fue un evento que causo alegría y asombro
en muchos.
Ya iniciando el llamado mes patrio la tormenta tropical
Lidia anunciaba que lo peor estaba por venir, causando caos, lluvias e
inundaciones así como los primeros muertos y damnificados del mes. Pronto, el 6
de septiembre, se reportaba que una nueva Tormenta Tropical, Katia, se alejaba
de Veracruz pero aun así causo más lluvias. México era azotado por la fuerza de
la naturaleza y tratábamos de resistir.
Y mientras mirábamos los huracanes y escuchábamos a los
meteorólogos, un nuevo acontecimiento nos sacudió a todos, el 7 de septiembre a las
23:49 Hrs se registró un sismo de 8.2° que afectó en su mayoría a los estados
de Oaxaca y Chiapas, matando a 98 personas y dejando más damnificados. La CDMX,
con el pánico del recuerdo, quedó expectante a los
acontecimientos próximos. Para alivio de muchos la ciudad estaba de pie, no
como en el año de 1985 cuando un sismo de 8.1° devastó la ciudad dejando
a más de 10, 000 muertos y hoy habíamos aguantado 8.2°, el mayor que ha vivido
México en un siglo, esta era la prueba de nuestro aprendizaje. Sin embargo en
los estados afectados no pensaban igual, pues cientos de voluntarios trataban
de reconstruir las poblaciones afectadas (que también son las más pobres del
país) y rescatar a cientos de miles de damnificados para que recuperaran sus vidas, un verdadero impacto para la nación. Pero aquí en la capital se
sentía lejano, ayuda no faltó, nuestros corazones y buen ánimo siempre
estuvieron con nuestros hermanos, aun así no fui tan consciente de lo
ocurrido, la naturaleza tenía una sorpresa preparada.
Así, entre huracanes, tormentas tropicales, sismos, inundaciones, caos vial y protestas por el secuestro y muerte de una
joven de 19 años, llegó la fiesta de todo México, el 15 de septiembre
celebramos nuestra independencia. La verbena popular no se hizo esperar y todos
lanzamos vivas por lo rescatable de nuestro país. Este año fue particularmente
especial para mi pues tuve la oportunidad de festejar en la calle, en la plaza
cívica del municipio de Tlalnepantal de Baz viví de cerca una celebración que
me hace sentir orgulloso de mi identidad, de mis tradiciones y en general de
los paisajes, olores, sabores y gente que me rodea, el patriotismo en su más
viva expresión.
Llegaba un día muy sensible para mi país, aquel día en que
se conmemora una tragedia para que todos estuviéramos preparados por si
ocurría otra vez (Algo impensable hasta ese momento). Era la mañana del 19 de septiembre y en toda la CDMX y Estado
de México se realizaba un simulacro masivo por el trigésimo segundo aniversario
del terremoto que devastó el DF en el año 1985. Todos regresaban a sus oficinas
y salones de clases para continuar con sus actividades pretendiendo no saber
que estábamos en zona sísmica.
Estando en mi casa cerca de las 13:14 Hrs sentí la primer
sacudida que confundí con la vibración de un camión que pasaba por la calle, cuando caí en
cuenta de que no era un movimiento por el transito, sino un movimiento
telúrico. Collares que tengo colgados en la pared se movían, el librero de mi
casa se tambaleaba y la casa crujía como nunca la había escuchado, bajé las
escaleras agarrado de las paredes y salí a la calle. Viviendo yo en el Estado de México,
en el municipio de Tlalnepantla de Baz no es frecuente que los sismos se
sientan con tanta fuerza, así que lo supe casi de inmediato, la CDMX sufriría
por esto. Temblando mis manos mandé un mensaje de audio por Wathsapp a mi novia
y después a mi familia, todos se reportaron poco a poco mientras reviso mi
casa y veo las noticias. Cubren apresuradamente el sismo valiéndose de toda la información que tenían hasta entonces, personas en la calle, crisis
nerviosa y algunas grietas en edificios, los primeros videos aparecen,
Xochimilco con fuerte oleaje, fachadas externas de edificios cayendo pero
dejando la estructura del inmueble en condiciones etc. Después una toma aérea,
se veía la CDMX desde una oficina alta, las alarmas sísmicas aun sonaban y
diversos puntos con lo que parecía humo, los noticiarios decían que podrían
tratarse de incendios, pero eso no era humo, era polvo, fue cuando lo supe,
todas mis estructuras mentales, todas las partes de mí se paralizaron en una
sola idea que en ese momento fue una certeza, “se cayeron edificios”.
Tras darme cuenta que mis seres queridos estaban bien fui a
trabajar al municipio de Atizapán de Zaragoza, no entendía aun la gravedad, en
mi trayecto diversos vehículos de emergencia recorrían las calles, algunos con
aparente calma, otros con prisa y algunos con sirenas encendida. No duré mucho en
la oficina pues la instrucción fue retirarnos cerca de las 18:00 Hrs, en casa
vi el horror de lo ocurrido; escombros, gritos, tragedia, videos de edificios
cayendo. La gente cercana ayudó casi de inmediato en la búsqueda y rescate, en un par de horas México estaba organizado con un solo objetivo,
salvar vidas, ayudarse y cuidarse entre sí, pero el sentimiento en ese momento
era miedo. Aunque me conmoví por todo lo ocurrido no llore, no faltaban ganas
pero no quería ser como esos edificios y derrumbarme, debíamos ser fuertes para
apoyarnos entre nosotros. Era difícil después de enterarme de la tragedia del Colegio
Rebsamen, agradecí que mis sobrinitos estuvieran bien.
Al día siguiente llegué temprano al trabajo pues se había
habilitado un centro de acopio en las oficinas, también preparamos alimento
para los rescatistas y brigadistas. La respuesta de todas las personas fue
impresionante, cientos de individuos se acercaron a dar un poco o mucho de lo
que tenían y nosotros trabajábamos a marchas forzadas.
Mientras íbamos al punto de entrega sobre periférico a la
altura de satélite vimos diferentes vehículos muy distintos que iban a lo
mismo, una patrulla de Cuautitlán Izcalli, dos camionetas, autos particulares
con cartulinas pegadas en los cofres donde se leía “ayuda en camino”, un grupo
de bikers con grandes mochilas en sus espaldas y cajas amarradas a sus
motocicletas y nosotros, pensando en quienes nos necesitaban, el mismo objetivo,
casi la misma ruta trazada. Ya en el lugar fui testigo de la abrumadora ayuda
que había, tantas manos ayudando que sobraban, tratamos de dar todo lo que
teníamos y sin duda fue útil, pero recibíamos más de lo que entregábamos,
llevábamos alrededor de 600 tortas, pero
regresamos con 900 pues la gente al ver nuestra labor querían apoyarnos dejando
más comida. La mayoría de las personas que pasaban por ahí ya habían comido y
rechazaban las tortas, otros nos ofrecían a nosotros de comer o regalaban cubre
bocas, vasos con agua de sabor o información de donde hacía falta la ayuda.
A mi llegada a los alrededores de Centro Médico vi un edificio
colapsado, en ese mismo lugar donde años antes fui practicante en el Hospital Siglo
XXI, ese día los equipos de rescate buscaban personas en los escombros, no
pudimos acercarnos pero tratamos de ayudar tanto como pudimos, varias horas
después nos informaron que en el lugar no se había encontrado a nadie, estaba
vacío al momento de caer y procederían a derrumbarlo, una buena noticia dentro
de todo. Regresé a casa con muchas cosas en la cabeza, imágenes, caos, manos levantadas,
pero seguía ecuánime.
Al día siguiente continuó el acopio, yo participe en menor
medida esta vez, más por instrucción de mi jefe que por decisión propia, fue
cuando me di cuenta que necesitaba catarsis, aunque no era momento de
derrumbarme. Fue hasta el viernes por la noche, visité a mi novia, me recosté
en sus piernas y poco a poco le fui contando lo que me paso en esa semana, todo
lo que vi, todo lo que viví, todo lo que pensaba, hasta entonces lloré, lloré
amargamente por las víctimas, por las perdidas, por las personas atrapadas en
los escombros y las que salieron con vida, por todos aquellos que perdieron sus casas o
sus pertenencias, los que perdieron su vida al dejar atrás escrituras,
fotografías, recuerdos entrañables o familiares, lloré por los niños como si mi novia fuera
ajena a lo ocurrido, lloré por la solidaridad del pueblo mexicano y por la
oportunidad de haber vivido esta experiencia, lloré porque nunca más olvidaría
esa fecha que marcó fuertemente la historia de muchos en la CDMX, lloré
porque en septiembre lo más patriota no fueron las banderas, la comida
típica, los trajes regionales ni los “viva México”, lo más patriota que
tuvo este mes fue la actitud de servicio y solidaridad para nuestros
hermanos, amigos y país, todo esto en silencio con los puños en alto. Al cierre
de la edición se reportan 360 muertos, 38 edificios colapsados y 150 edificios
dañados por el sismo (Este dato puede no estar actualizado).
Quería escribir una crónica de este mes y accidentalmente la
he llenado de perspectivas y sentimentalismo, pero en mi defensa debo remitirme
a la advertencia del principio la cual menciona que esto no es una nota
periodística.
Sólo en un país surrealista puede temblar el mismo día,
devastar la misma ciudad, provocar la misma actitud y marcar a otra generación
pero con un vínculo que parece místico. En 1985 pasó y en 2017 también, el
mismo día, en el mismo lugar. Parece que las cosas si son cíclicas después de todo.
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